No estaba en la misa dominical
ni dentro ni fuera de la Iglesia
tampoco lo encontré en el cementerio
ni en el frío de las lápidas.
En mis caminos cotidianos
ya no están sus huellas
ni su figura robusta de árbol
ni su sombra larga
ni su palabra que lo ilumina todo.
Este domingo lo encuentro simplemente
en la mirada de mis propios hijos
que me miran como yo lo miraba
con ese sentimiento que solo
conocen padre e hijo.
Ahora que te despiertas
me toco el corazón
y me pregunto
si sigues allí.
Amanece, y te miro...
si ya sé
hoy no estamos juntos
pero te miro,
ya no necesito mis retinas para hacerlo.
Entonces como te digo
te miro
con el alma
o te veo
aunque
hoy no amanezcamos juntos.
A la hora que despierto
siempre duermes
y te toco el corazón
veo si sigo allí
entonces solo entonces
me duermo
y sueño.
Ir de lo gigante e inconmensurable
a lo efímero, lo pequeño,
es viajar por otros mundos que existen y se cruzan de caminos
del micromundo al cosmos,
ser parte del agua, del calor del frío, del día de la noche, de lo eterno.
Es viajar por fuera pero también por dentro,
encontrarse en los propios sentimientos,
redescubrirse nuevo,
una constelación un nexo con nuestro ahora y otros en una línea del tiempo.
Encenderse hasta quedar sin aliento,
dibujar estelas en el aire frío
o regar con sudor el pavimento
llenar los pulmones de aires nuevos
del disfruté, de momentos repletos de colores y de sueños.
Correr es...
Asumir que dentro de uno también existe vida,
que no somos ni seremos
una cáscara vacía.
