Giré mis muñecas, una a favor
y otra en contra
del sentido de las agujas del reloj
alteré así el sensor táctil de ambas manos
y las entrelacé dedo por dedo...
Sólo para saber lo que se siente al dormir aferrado a la mano de alguien.
Tomado de ambas manos encontré un puñado de soledades
en las arrugas de una sábana
totalmente virgen,
tan blanca e inmaculada que permitía iluminar mi cuerpo entero,
delatándome de nuevo solo y en medio de mi soledad.
Pude tocar, acariciar las yemas
de ese extraño,
sus nudillos grandes y duros,
las cicatrices surcando la epidermis,
el vello rodeando cada falange,
y suspiré al reconocerme en esas manos,
al final en medio de la soledad es cuando mas nos encontramos,
es cuando mas nos aferramos a nosotros mismos.
Ahora ya no estoy solo...