jueves, 23 de junio de 2016

VADEMECUM Y MANOS...

   Se fue antes de tiempo, quizá había dado demasiado del propio a los demás y se quedó sin nada para él, ironías de la vida...
   Los linyeras lo conocían todos y cada uno, lo saludaban como a un hermano incluso los mas huraños los que solo hablaban con su perro se detenían a observarlo y hacerle un gesto y dejaban brillar sus ojos... Y le entregaban una moneda, como un acto de respeto o un ritual.
   Los perros sarnosos los gatos sin dueño los gorriones y las palomas de la plaza lo esperaban y estaban pendientes si aparecía o no, cuando llegaba agitaban sus alas y se las ofrecían, el hurgaba algo los bolsillos y hacía el milagro de la tarde...
   Sus ocho años en Medicina habían logrado un "buen pasar" pues era así, pasaba y para todos era bueno, era bueno verlo, era bueno saludarlo, era bueno hablar con él, era bueno compartiendo...
   Pero lo que mejor hacía, era curar no era un médico cualquiera curaba a quien sea y no cobraba nada, su vademecum era algo parecido a una Biblia, o un libro de engendros mágicos nunca nadie logro ver sus hojas amarillas... "No hay remedios para el alma" sonreía y tomamaba las manos de sus enfermos, siempre decía, entre dientes, entre frases inconclusas... algo y un nombre.
   Una noche se durmió entre dos viejos moribundos, haciendo la vigilia, curiosamente no murieron y fueron los últimos testigos, sus ojos brillantes octogenarios, de este hacedor de milagros por  moneda...
   Había dormido muy incómodo, al despertar dijo de un dolor muy fuerte en su espalda, se tomó el hombro y pensó en el frío y la dureza del banco en que había pasado la noche, y murió... Dicen que dos alas brotaron en su espalda debajo de su mano...

  

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