Después del tiempo del gran viento,
salimos a probar las alas nuevas,
nos llamaba el impulso tibio fuego en nuestra linfa
al que le dimos de nombre primavera...
Fuimos esclavos del invierno
del néctar de las flores egoistas,
las mieles que mezquinas alimentaron a mi pueblo,
fueron acicate aguijoneando nuestras tontas renovadas ganas...
Néctar de estos tiempos que despiertan,
del letargo largo del propoleo que detiene al frío traicionero
que te atrapa en una noche eterna y larga...
Somos las esclavas que a sus celdas,
rellenando van con su dulzura,
lágrimas del un verano sin respiro,
acopiando el premio vano de la reina...
Aún tenemos la creencia necia
de creer que por tener las alas siempre prestas,
somos libres de volar a donde sea,
la verdad es que somos las esclavas
de este cuento amargo de mentiras,
la jalea y estas torpes alas también le pertenecen a la gran celda que consume una nueva princesa...
(La historia nunca termina)
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