lunes, 6 de febrero de 2017

Amanece en la ciudad.

Los misterios de las urbes,
laten al paso de los ciudadanos, transeúntes aveces presurosos,
otras lentos, como mirando
a la nada del tiempo.
Las madrugadas se desenvuelven
entre maquillaje gastado
y el nuevo bien logrado
como para engañar al mismo diablo,
llevan el ímpetu del que deshoja la margarita del sol de la mañana,
se juegan la suerte en la ruleta rusa del tráfico y el punga...
Limpia un barrendero borrando las pruebas
del secreto de la noche,
del crimen del linyera,
del desparpajo del curda,
del pecado del animal print...
El reloj se deshace,
sacude los malos presagios,
al golpe de llanta y calor estival
el asfalto se vuelve una trampa para los distraidos de auricular y lentes oscuros...
Bares, canillitas, kiosqueras
le hacen gancho al empleado
al estudiante universitario,
que se pegan como un chicle
a las noticias del diario
a algún escote embustero,
que no es noticia...
Transitan por el reflejo de los ojos
imágenes en cámara rápida,
de la vida con olor a cloaca y praliné,
y buscan refugio en alguna vidriera los deseos imposibles del pobre...
No, no encuentro ángeles escondidos por acá,
ni mariposas, ni milagros sorpresa,
debajo de una chapita de gaseosa...
Bienvenidos al lugar donde todo vale nada,
donde la ley de la selva no tiene verdes esperanza,
y la velocidad nunca será suficiente para alcanzar algun sueño...
donde lo mas cercano al cielo son las antenas de las torres que no comunican siquiera con Dios...
Bienvenidos a este puto infierno,
pasen y miren...

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