jueves, 30 de marzo de 2017

Fresno seco (árbol con alma)

He salido ligero madrugado
de la casa en que he nacido,
donde cabe aún hoy,
la cotidiana historia de mis viejos.

Todavía en pié me reciben recortadas por un sol amanecido,
las ramas casi eternas
del viejo y querido fresno,
acusa ya mi cercano medio siglo.

Aún dormida, se me llena el alma de nostalgia,
cuando apenas esas ramas
sostenían nuestros juegos,
también mi historia felíz de niño.

De repente... el mundo se me encoge,
y mi barrio se transforma
en cada calle, en cada esquina,
en un secreto oculto a medias,
en este verde e intrincado laberinto.

Ahora suenan, como las balas de la noche aquí en mi pecho,
cada voz, cada grito, cada escena,
y se amontonan como hojas los recuerdos
de este niño que todavía llevo adentro.

Parecen sus avenidas  eternos bosques,
y como yo sus frondosos habitantes han crecido,
igual siguen guardando en sus ramas los misterios
de rodillas raspadas y zapatilla gastada.

Me llevo a pasear estas mis postales, me las guardo...
el fresno me mira triste como un espejo...
me niego a golpearlo con un hacha, como desea mi padre,
allí habitaron y habitan hoy los duendes y las hadas, los misterios
que alimentaron con su magia nuestra infancia...

Me he vuelto a encontrar
me he vuelto a perder
en mi viejo barrio sin salida...

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