De repente el bosque me ha tragado en el primer y último bostezo de la noche,
culmina la jornada,
y se ha hecho en el silencio
un oscuro pasadizo enmarañado,
por allí atraviesan las ánimas.
Una alarma suena constante,
como una vieja gaita,
a lo lejos el resplandor de las ciudades
y ese eterno zumbido
en el pecho de las calles
desde aquí percibo todo...
el bosque esta noche nuevamente abre sus fauces de lobo.
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