domingo, 11 de junio de 2017

Muerte dominical de soledad

Tengo un domingo único
que es como ninguno,
ni mejor ni peor,
no cotidiano e único,
es decir de uno mismo,
de a uno, nada par, solitario. 

Un domingo donde solo habla el viento,
crujen los alambres y las chapas,
sin Dios ni confesiones ni en comunión con nada.

Un día sin planear ni planes,
impar...
que no espera o desespera
a que llegue alguien o algo suceda,
un orificio negro en la semana.

Y se está tragando todo...
hasta el sonido de los pájaros
del tráfico de la ruta,
o el lamento de los perros,
como si el viento se hubiera llevado cada una de las cosas.

Y temo salir y caer al vacio
olvidarme de todo y cada recuerdo,
tropezar y darme de cara
con  una eternidad eterea,
insabora, incolora e inodora.

Este domingo está aún sin inventar,
nada lujoso o virginal
estrena una soledad difícil
muy parecida a esa vez que morí y nadie fue al velorio.





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