miércoles, 16 de octubre de 2013

Carta irrespetuosa a la muerte.

   Y acá estamos, henos aquí vos yo frente a frente, muerte, qué rondas la vida, oscura y necia azotas en un vuelo rasante nuestros cuerpos frágiles, hasta qué alguno quizás no pueda esquivar tú golpe insolente, tú guadañazo cruel, certero...
   Acá estamos yo, mis hermanos mi gente, los desconocidos, los ricos... los nadies...  Porque al final frente a ti todos somos sí no nadie, frente a ti no hay tesoros no hay inexpugnables, frente a ti todos somos razos nadies... sólo un golpe un soplo  y todo se acaba.            Agazapada como un animal esperas en la sombra, en la oscuridad, en la nada... qué es de donde vienes y donde vas, o vamos inexorablemente, donde nadie te ve donde nadie espera tú zarpaso, y me pregunto en el silencio qué aturde, como fue qué llegaste hasta mi puerta buscando no se qué cosa? excusas... siempre buscas lo mismo lo qué nadie te quiere dar, o devolver... vida qué te vas...  y no volveras...
   Muerte insolente, muerte desprejuiciada, qué matas estos pobres sueños de vida, qué somos los hombres, está mueca de eternidad, está marca de milagro qué respira, qué ríe, qué llora, y qué muere...
   Muerte no te pertenecemos, no somos ni tú objeto, ni tú premio, pagamos el precio día a día, latido a latido... no te debemos nada ni siquiera respeto, no nos amenaces con sentencias injustas, con sueños incumplidos, con futuros inciertos, no somos monedas, no somos canjes, somos sólo esto, respirar e impulso de vida, sueños en carne piel corazón y uñas...
   Muerte... acá estamos, del otro lado, somos los del otro bando, los mortales enamorados de la vida, y acá nos quedamos...

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